domingo, 5 de diciembre de 2010

de dependiente a vale madrista

Yo era la clase de chica apegada que no podía concebir la separación de mis mejores amigos, que su salud corría peligro después de una ruptura o un distanciamiento imprevisible, las relaciones era para siempre.
Y era muy feliz sintiendo así, sentía que la vida valía más la pena que tenía un sentido y me hacía más especial.
Hoy no. Hoy puedo sentirme muy enojada con mi mejor amiga, despotricar porque aparece en mis sueños y decirle al hombre de mi vida todo lo que me molesta sin que el miedo a perderlo me paralice o me provoque casi una trombosis. Hoy no hago cosas como "soportar". Hoy pensarme sola y completamente aislada no me genera la ansiedad enfermiza que sentía antes cuando perdía un cómplice. Siento solo dolor, y siento la soledad. Dolor por no ver mis relaciones perdurar en el para siempre, porque mis ilusiones de niña y todo eso a lo que me aferraba fuertemente debe variar eventualmente porque la vida es así, y si no fuera así estaría prácticamente muerta sin oportunidad para continuar descubriendo aventuras y nuevas personas.
No se si camino a paso firme o me hecho mas liviana... de cualquier forma no voy sin enojo de todo lo que pensé que era que no es.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo único que pasa es que ya no somos niños, entendemos el valor que tiene una relación madura en la que puedes hablar sin mascaras y sin "miramientos" sabiendo que vas a encontrar una respuesta directa, no una huída ó una "ley del hielo" de tercero de primaria y aprendemos que al paso de los años, las personas que más valen la pena no son las que te dan por tu lado, sino las que te enfrentan con tu peor faceta y te hacen superarte y ser mejor.

Las cosas cambian, las personas cambian y que bueno que es así. Imaginate seguir creyendo que somos niños de 6 años a los 30, patético, no por no tener alma de niño, eso es otra cosa. Ante todo, hay que evolucionar y liberarnos de todo aquello que nos hace daño. Life's too short.

Lo que si es muy cierto, es que más vale solos, que mal acompañados.

Un abrazo Pixie!