martes, 2 de marzo de 2010

mi mejor actuación


¿Qué tiene de malo ser uno mismo y esperar que se enamoren de ti?

Todos fingimos, en mayor o en menor medida para agradar a otras personas por diferentes motivos que se reducen a la conveniencia.

Nuestra inteligencia emocional nos permite saber intuitivamente lo que la persona frente a nosotros prefiere ver. Claro, hay quienes son mas astutos en este arte, pero todos en algún nivel de nuestra conciencia reconocemos las exigencias de nuestro entorno, y esto nos convierte en manipuladores potenciales.

Si estoy de acuerdo, es horrible.

Pero es verdad. Tanto nos acomodamos a gustos externos a nosotros, que hay industrias enteras, multi-bimillonarias que se dedican a proveernos de cuanta pendejada necesitemos para lograr estas angustias.

Toda mi vida había creído que para gustarle a alguien, para tener una buena amistad, un novio, contentos a mi padres, tenía que dotarme de todas las cualidades Y DEFECTOS que ellos prefiriesen. Esto por supuesto me convirtió en una excelente actriz, una muy triste y frustrada.

Jamás ha importado cuanto me esfuerce por parecerme a los arquetipos femeninos que los hombres de mi vida han decidido que les gustan más, JAMÁS he obtenido la respuesta que deseo y mucho menos la que merezco.

Haber estado dispuesta a presentarme como una que no soy, y que por lo tanto, no existe, me hace la primera verduga de mi misma, mi propia traicionera. Esto no puede hacer otra cosa que entresticerme y avergonzarme.

Qué le hago? Sigo aprendiendo, no lo se todo, mucho menos tengo la fórmula secreta para ser la mujer ideal que no necesita pretender nada para que la quieran. Solo soy una mujer atormentada, ¿no creían que estas cosas no me pasan, verdad?

Dolorosas experiencias puedo contar en este equivocado camino, pero me ha llevado a donde me encuentro ahora mismo: buscando la ruta certera que me traslade al definitivo amor propio que edifique fuertes y robustas columnas que me sostengan la vida de siempre, la vida cotidiana. Una distinta de la otra, pero que definitivamente la base sea yo misma y no tenga que volver a decir: por favor quédate, no me dejes sola.

Justo ahora que tengo una relación en la que estoy aprendiendo a relacionarme en libertad, a no permitir tratos que no son signos de mi, a ser tan yo sin miedo a perderlo, a tener todo el tiempo en el centro de mi puño derecho la posibilidad de que se vaya y no lo vuelva a ver, que lidio con la indiferencia y la inmadurez revuelta con la ternura y la belleza de la consideración, y que tengo que reconocer que deseo que esté conmigo a pesar de lo anterior y delimitando este sentimiento al no esperes que suceda, dejo que la confusión me tome, que me cargue y que me lleve en su abrazo a donde tenga que llegar, con llanto, con dolor, para ver la posibilidad de sentir de otra forma la próxima y próximas veces que me suceda.

No se quedará, como todos los anterios, tiende a irse de mi, pero ahora si, me niego rotundamente a cambiar de presentación como un intento desesperado para que se quede.

No, eso ya no.

No hay comentarios: